quinta-feira, 17 de setembro de 2009

No se puede cambiar las fechas o los nombres de los muertos, dicen las viajs de mi calle. No creo en nada que me digan. Mienten siempre - casi nunca veo conejos en sus casa. Y los conejos blancos traen suerte, todos los saben. Año pasado, mi madre murió de soledad. Vivía sola. Un pajáro rojo me ha dicho que ella hacía té de rosas toda noche después de ver un película triste. Y llovia siempre que la visitaba. Desde su muerte, he escrito nombres en la pared de mi cuarto. Nombres de mujeres rubias. Mi madre se llamava Julia, pero ayer ya se llamó Maria. La semana pasada yo la he llamado Pilar. Las fechas de su muerte cambian como la luna o los colores de mis ojos: la primavera es la mejor época para morir, creo yo. La verdad es que mi madre murió en abril, pero prefiero pensar que murió en junio, para que viva un poco más. El pájaro rojo tambiém vive conmigo ahora. Hoy mi madre se llama Luiza y el pájaro llora en sus cenizas mientras yo tomo un té de rosas con las viejas de mi calle.

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